Pirulín, mi mascota guardián, era un perrito chusquizimo, enano, cojo de la pata trasera izquierda, orejas cortadas, de pelaje castaño y bastante fiel. Papá lo rescató de su antigua casa donde ya tenía varias denuncias y amenazas de muerte porque solía morder personas. Estaba con nosotros en calidad de deportado ya hace 6 años aproximadamente, se había salvado de 3 atropellos de camiones, ahora era un experto cruzando pistas, se había convertido en el maestro de cada nuevo perrito que llegaba. Era bastante serio, casi no jugaba con nosotros, tenía un trato seco con los demás perros de la casa. Su sola presencia imponía respeto.
Un día dos perros dóberman, enormes, del vecino más cercano que vivía a medio kilómetro de casa, dejaron a Pirulín casi muerto en una pelea, éste se recuperó en 15 días más o menos; una semana después va a mi casa el dueño de los dóberman, pidiendo a mi papá que debía pagar el tratamiento que estaban siguiendo estos, nunca voy a olvidar la carcajada que se dio mi papa al saber cuál era el problema, si bien es cierto Pirulín quedo muy mal en la pelea, éste, aprovechando su tamaño y además que casi todo el rato estuvo en el suelo, había mordido los genitales a ambos perros. Las heridas eran profundas, y no sanaban, peor aún se estaban agusanando, los dóberman estaban a punto de quedar estériles, mi papá aceptó muy contento pagar parte del tratamiento y luego en casa contó feliz la hazaña de nuestro aún convaleciente amigo. Ese día se le hizo una comida especial.
Aquel perrito de grandes historias, murió muchos años después defendiendo a mi viejo, se llevaron todas nuestras reces en un asalto, golpearon a papá y mataron a golpes a Pirulín. En cada golpe que recibía, el seguía atacando, hasta estando casi muerto, el siguió atacando, por eso lo tuvieron que matar a golpes. Era terco y muy valiente, a veces pienso que hubiese preferido que se escape, pero entonces, Pirulin, ya no hubiese sido Pirulin; nunca más tuve un perro como él, en todos los recuerdos de mi niñez está él. Sé que aún no supero esa parte de mi vida y a veces cuando me acuerdo o cuando escribo como ahora, no puedo evitar llorar.
Un día dos perros dóberman, enormes, del vecino más cercano que vivía a medio kilómetro de casa, dejaron a Pirulín casi muerto en una pelea, éste se recuperó en 15 días más o menos; una semana después va a mi casa el dueño de los dóberman, pidiendo a mi papá que debía pagar el tratamiento que estaban siguiendo estos, nunca voy a olvidar la carcajada que se dio mi papa al saber cuál era el problema, si bien es cierto Pirulín quedo muy mal en la pelea, éste, aprovechando su tamaño y además que casi todo el rato estuvo en el suelo, había mordido los genitales a ambos perros. Las heridas eran profundas, y no sanaban, peor aún se estaban agusanando, los dóberman estaban a punto de quedar estériles, mi papá aceptó muy contento pagar parte del tratamiento y luego en casa contó feliz la hazaña de nuestro aún convaleciente amigo. Ese día se le hizo una comida especial.
Aquel perrito de grandes historias, murió muchos años después defendiendo a mi viejo, se llevaron todas nuestras reces en un asalto, golpearon a papá y mataron a golpes a Pirulín. En cada golpe que recibía, el seguía atacando, hasta estando casi muerto, el siguió atacando, por eso lo tuvieron que matar a golpes. Era terco y muy valiente, a veces pienso que hubiese preferido que se escape, pero entonces, Pirulin, ya no hubiese sido Pirulin; nunca más tuve un perro como él, en todos los recuerdos de mi niñez está él. Sé que aún no supero esa parte de mi vida y a veces cuando me acuerdo o cuando escribo como ahora, no puedo evitar llorar.
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